jueves, 28 de noviembre de 2013

El secreto de la Azulita


Comuna Agroecológica EL Tambor / Municipio Andrés Bello. Estado Mérida.
Comuna Agroecológica EL Tambor / Municipio Andrés Bello. Estado Mérida.
Una llega a la Azulita y supone que no alcanzaran los ojos ni la boca para tanto paisaje florido. Una supone también que entre el Catatumbo y el Páramo alguna magia debe haber, algún secreto guardado para los hombres, reservado a los millones de pájaros que de tránsito buscan este cielo; abajo, como en todo geografía humana, nos disputamos la misma guerra de hace siglos, en los mismos caminos conquistados, liberados, vueltos a conquistar. El cuerpo comuna y se recupera porque hemos llegado a un espacio donde el fuego es un latido que se toma en las mañanas, al que le llaman café, su semilla recuperada a propósito de la revolución es el punto de partida de esta historia, que contaran con el ejemplo una gente que se anda pensando libre, creyendo siempre en la fuerza de sus propias manos.
Las ideas nos hermanan, nos colocan a iguales con la historia, algo así nos pasó con Julio Mota, quien de una vez nos recibió con el discurso insurgente pero calmo, de quien se sabe parte de algo vital, impostergable. Él, su compañera y sus dos chamos son una hermosa muestra de lo que este proceso ha logrado desde lo cotidiano; ellos decidieron dejar la ciudad y sumergirse en la montaña a luz de vela, para reencontrarse, para llenar ese hueco que andamos cargando por tantos años las víctimas de la alienación del Cosmopolitan, hay que encontrarse nuevamente con el hecho de ser hombre o de ser mujer, creo que empieza por eso, de los grandes aprendizajes que nos ha dado este retorno al campo, uno ha sido ese, una escuela de lo que es ser hombre o mujer, porque tuvimos que hacer todo desde cero, es como comenzar a ser niño nuevamente, no es fácil porque la gente que es nativa de acá tiene unas condiciones físicas y espirituales excepcionales, nosotros tuvimos que aprender de ellos. Y es que La Azulita, a diferencia de otros pueblos rurales del país, tiene una particularidad, aquí vinieron a parar hippies de todas partes del mundo, librepensadores, bohemios y etcéteras en una migración durante los años 70 que acostumbró a los pobladores de estas aldeas a las celebraciones más excéntricas, a las creencias religiosas más lejanas del tradicional catolicismo andino; de unos años para acá sucede lo mismo, los hijos desterrados de la ciudad inconclusa, vuelven al campo en un proceso de revertimiento de la lógica impuesta por la cultura petrolera. Estos que han llegado les ha tocado desaprenderse y volver a empezar, motivan, con profunda convicción en lo colectivo, la organización de la Comuna El Tambor, de ella empezaremos a contar ahora…
La siembra en La Azulita
La siembra en La Azulita
¿Cómo nace una propuesta política Otra? ¿En qué se diferencia la producción agrícola de la Comuna con la producción agrícola implantada en Venezuela desde el siglo pasado? ¿Qué es lo que nos hace distintos? ¿Es sólo la propiedad de la tierra, o implica un cambio de paradigmas? ¿Y el muy cotizado “desarrollo” es coherente con esa Otra propuesta política? Estas preguntas están implícitas en la conversa con los y las comuneras de El Tambor, los espacios para la recuperación del cultivo del café y otros rubros no sólo hablan pragmáticamente de la producción de alimentos, sino de una visión profunda de la historia nacional, de la crítica a la cultura explotadora de la naturaleza y del humano, destructiva y ambiciosa, propia del capitalismo, tan vigente aún en un país en proceso transformativo.
Siempre fueron los mismos campesinos los que sembraron el café, se hicieron viejos ellos y viejas las plantas, la tierra se murió de ser expuesta de manera permanente al monocultivo y a los tóxicos incluidos en el paquete de la semilla industrializada. A cambio de cuatro lochas y un agotamiento histórico, a cambio de la huída y la vergüenza de sus hijos; abastecieron los galpones de las fábricas procesadoras, herencia de los niños bien de la burguesía nacional. Después vinieron los ganaderos a criar sus vacas en las mejores tierras, en el “lomito” de las más altas montañas, donde nacen las cuencas de las aguas, ahora contaminadas por los desechos de las vaqueras; exterminados los árboles, exterminada la vida, pero el filete seguro, siempre presente, en los anaqueles de las franquicias de supermercados. Las cuencas están totalmente deterioradas por el impacto de la ganadería, todos esos pelones que tú ves en la montaña son producto de la ganadería expansiva; pelan el terreno, remueven y eso causa un proceso erosivo. La totalidad del Municipio Andrés Bello es zona ABRAE, área bajo régimen de administración especial, lo que no es Parque Nacional es zona ABRAE tipo 2, de máximas restricciones, y alguna que otra zona que es ABRAE tipo 3, que permite el impacto de la ganadería pero de una forma controlada, y eso no se ha respetado.
Comunera de El Tambor
Comunera de El Tambor
Ahora toca a la Comuna poner sobre la mesa todo esto, ese debate justifica su posición rebelde, eso justifica su terca razón sobre lo justo; superar la visión desarrollista no es un paso sencillo, más aún cuando dentro del proyecto económico bolivariano conviven grandes contradicciones entre la rentabilidad y la autonomía del pueblo. Es por esto que el tema no es que se produzcan cada vez más toneladas de alimentos, el tema es de qué manera estamos produciendo, con qué sentido y para quién; ¿sembramos para alimentarnos o para acumular capital?. Estos compitas proponen por ejemplo el cultivo del café bajo sombra, y el uso de abono natural generado por la misma comunidad; y claro este tipo de cultivo tarda más pero no mata la tierra ni al campesino, porque le permite sembrar alrededor y en comunión, como es naturalmente, otros cultivos asociados como el cambur, la mora, y plantas medicinales. Nosotros proponemos que hay otras maneras de cultivar las hortalizas, nosotros estamos trabajando en cuatro unidades de producción, que esta pequeñita es una, tenemos tres más, tienen que ver con la producción de viveros para el cultivo del café pero también de viveros múltiples, viveros forestales, frutales, ornamentales, la producción de abono orgánico, la producción de hortalizas bajo ambiente protegido. El convite o mano vuelta, donde se cambia trabajo por trabajo, es la manera en que se aplica esta Otra propuesta política, que tiene que ver con una visión agroecológica, la articulación simbiótica hombre-naturaleza, del mirar la naturaleza no como un objeto meramente de producción sino como un objeto donde uno está participando sin causar tanto daño. Estas unidades de producción impactan a nivel visual y a nivel cotidiano, una vez que nosotros le demostremos a los productores que se puede recoger el café sin invertir en mano de obra foránea que eleva demasiado los costos de producción, sino que podemos recoger el café asociándonos entre los mismos productores, compartiendo entre nosotros.
Y como la actividad económica del pueblo campesino se propone ser más que la materia prima para su posterior industrialización, los Consejos Comunales se propusieron llevar a cabo un proyecto de construcción de un Centro de Beneficios y Torrefacción donde se procesa el café y se prepara para su posterior comercialización, lo que garantiza otras formas de trabajo y una participación de la comunidad para la autogestión. También en ese espacio funciona la Sala de Batalla Social y un centro de deshidratación de frutas para su conservación, desde esta iniciativa buscan poner en práctica el turismo rural comunitario, que es un intercambio de saberes, trabajo y experiencia entre organizaciones sociales, como el Movimiento Sin Tierras con quien ya establecieron relaciones enlazadas siempre desde la solidaridad y la igualdad. Aquí los productores nacen bajo una mata de café y se mueren debajo de una mata de café, queremos brindar la posibilidad de migrar al sector secundario, y en el sector terciario que es la comercialización y distribución de su propia materia prima, que esto nos va a dar un valor agregado tremendo en lo económico, en lo organizativo. Nosotros no creemos que un país se pueda desarrollar sólo produciendo materia prima, hay que invertir recursos en el procesamiento de esas materias primas. Primero juntarnos en la parte organizativa y después poder brindarles la posibilidad a esos productores de que crezcan, de que se transformen progresivamente, creemos que los espacios de trabajo son los verdaderamente transformadores.
Comunera de El Tambor
Comunera de El Tambor
Marisol Fernández, Alberto Cruz y la Abuela Mina nos explican, sonrisa de por medio, que la experiencia de los viveros es algo que les cambió la vida, pues ahí se hace concreta la posibilidad del cultivo colectivo, del cuidado de la tierra como de la vida misma, del aprendizaje permanente con las manos en el barro y el corazón en el futuro. Nueve mujeres y sus hijos hacen la jornada diaria en estos pocos metros de campo recuperado, donde la gente se asoma a ver qué está pasando, a ver si es verdad que a los tres meses de haber empezado, sin llevar dinero a casa, sin agro tóxicos, con pura voluntad, lograron recoger la primera cosecha de hortalizas. El punto más difícil es el arranque, pero aquí tenemos compostaje, lombricultura, vivero de café, plantas ornamentales; y ya se han generado recursos para la autogestión. Los primeros beneficiarios de estos alimentos son la gente del lugar, nuestros hijos participan de la siembra, ellos han sembrado sus maticas. Estamos intentando vencer la barrera de la incredulidad, de que no se puede sin químicos, y eso se hace es con el ejemplo.
Más arriba, neblina adentro, está Ciudad Fresita, y ahí la Comuna construye otro espacio para la siembra y el trabajo, en este caso para la artesanía, así nos explica un hombre casi duende, Mika, como le dicen por ahí, quien construye en el papel de maestro –pueblo, junto a otros sujetos de aprendizaje este recinto de forma circular hecho de arcilla y madera de la propia zona, él también llego a este paisaje buscando algo, quizá ese secreto reservado para los hombres, verdad de la que cada tarde se pavonean los pájaros al cruzar de punta a punta el cielo de la Azulita.
Ernesto Cazal
Fotos: Veronica Canino

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