EPALE 213 CIUDAD Ola de frio
LOS CARAQUEÑOS HEMOS TENIDO QUE SALIR DE NUESTRO VERANO ETERNO PARA ENVOLVERNOS EN MANTAS Y CHAQUETAS. SON LOS VIENTOS DEL NORTE QUE NOS ENFRÍAN EL SUR
POR NATHALI GÓMEZ  @LAESPERGESIA / FOTOGRAFÍAS ENRIQUE HERNÁNDEZ
Era la noche de San Silvestre. Terminaba 1894 y comenzaba 1895. La estatua ecuestre del Libertador pasaba su primer año nuevo en la Plaza Bolívar. Los caraqueños presentes no querían perder ningún detalle tras el rugido del cañonazo. El frío tal vez se parecía un poco al que, más de ciento veinte años después, hemos sentido quienes caminamos distraídamente, sin pensar mucho en efemérides climáticas, por la misma plaza donde se trazó en papel esa primera Caracas.
EPALE 213 CIUDAD Ola de frio_1
Los sombreros y abrigos formaban parte de la Caracas que se fue
La prensa de la época hablaba del “frío polar”, según explica el cronista Carlos Eduardo Misle, mejor conocido como Caremis, y las tiendas anunciaban en La Opinión Nacional y El Diario de Avisos sus abrigos, sombreros y sobretodos para hacerle frente a la helada. Esa Caracas afrancesada se ufanaba de poder usar la ropa importada de la ciudad que trataba de emular Guzmán Blanco.
Casi una centuria antes, en 1800, el geógrafo alemán Alexander von Humboldt registró las temperaturas caraqueñas de esa época: iban de 21 a 22 °C en las mañanas de los meses más fríos, y de 16 a 17 °C en las noches, cuenta Vicente Gerbasi.
Al subir al Ávila, Humboldt escribió: “La temperatura de la atmósfera variaba en el pico de la Silla de 11 a 14 grados, según estuviese en calma el tiempo o que soplase el viento”.
Los años pasaron y el valle se fue poblando. Esa brisa gélida que llegaba en diciembre y se quedaba hasta Carnaval fue desapareciendo, al igual que los sombreros, los guantes, la levita y los faldones que solo dejaban ver los tobillos. Caracas, la igual que el resto del planeta, perdió árboles, quebradas, ríos, lagunas y verdor y ganó concreto, población, vidrio y calor.
En medio del vapor y del imperio del aire acondicionado los caraqueños usaban abrigos y ropa lanuda para sobrevivir en sus lugares de trabajo.
En los noticieros y en nuestra piel comenzamos a sentir los rayos solares inclementes que causaron sequía, embalses casi vacíos, calima y calorones desconocidos para los caraqueños. También fuimos víctimas de las intensas lluvias que dejaron a miles de venezolanos sin hogar en 1999 y entre 2010 y 2011. Todo este desbarajuste se debe al cambio climático.
“Las calamidades que sufrimos con estas inclementes y prolongadas lluvias son una muestra más de que estamos, de nuevo, ante la injusta y cruel paradoja planetaria (…) los países más desarrollados de forma irresponsable quebrantan sin medida el orden ambiental, en su afán por mantener un modelo de desarrollo criminal, mientras la inmensa mayoría de los pueblos de la Tierra padece las más terribles consecuencias”, dijo el Presidente Chávez
¿OLA POLAR CARAQUEÑA?
Un largo viaje de 200 años nos trae de nuevo a las frías mañanas en Caracas. La razón, explica el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inameh), es el desplazamiento de una masa helada que proviene del Norte y que bajó la temperatura habitual hasta
14 °C en nuestro valle.
La página web Meteovargas explica que el  descenso es habitual en estos meses (diciembre, enero y febrero) y que se une con “la declinación solar alejada al hemisferio Sur y otros factores meteorológicos como los eventos nortes y variables climáticas como La Niña”. En pocas palabras, pasamos de la sequía causada por El Niño al frío producto de La Niña. La infancia juega con nosotros.
Sin embargo, no hay que entrar en pánico al ver imágenes de caídas de nieve y de un zorro congelado en Alemania, pues “a pesar del frío que se ha sentido, los valores registrados en la mayoría de las estaciones meteorológicas del Servicio de Meteorología de la Aviación no han superado sus registros mínimos históricos”, reseña Meteovargas.
Y por si aún quedan dudas, una “ola de frío” (a veces también llamada “ola polar”), por el contrario, es el repentino e intenso descenso de la temperatura, cuya variación puede llegar a ser de 20 a 30 °C en 24 horas. Puede propagarse con extraordinaria rapidez y atravesar todo un continente en tan solo dos días”, remata Meteovargas para decirnos que no exageremos con el pacheco, pues la temperatura más baja que se ha registrado en la capital es de 8 °C, a pesar de que sintamos que es muchísimo más baja por estos días.
EPALE 213 CIUDAD Ola de frio_2
Las fuertes lluvias de 1999 afectaron dramáticamente al estado Vargas
¡BRRRRRR!
Si bien no veremos caer nieve, los caraqueños hemos desempolvado la “ropa de invierno” que compramos alguna vez quién sabe para qué. Si hacemos el ejercicio de ver imágenes de gente caminando por alguna plaza o bulevar en diferentes épocas del año, será una constante ver franelas, camisas manga corta y, en general, ropa fresca. Un eterno verano. Sin embargo, estos días hemos presenciado un desfile de bufandas, suéteres peludos, gorros y guantes. Venimos de días de sol intenso y puyúo que nos obligó a usar bloqueador en la ciudad y a sacar la sombrilla para evitar los rayos UV. Era el imperio del fenómeno climático El Niño.
En nuestra mente quedaron las imágenes del Guri desértico —cuyo nivel de agua disminuía cada día para decirnos que el apocalipsis estaba cerca—, de los cortes de agua y luz, de cosechas perdidas por achicharramiento, de incendios que pintaban de naranja y negro al Ávila y de no recordar bien qué era una garúa, incluso en nuestros meses de invierno. Si no era el infierno terrenal, se parecía mucho.
Ahora sentimos ganas de tomar chocolate caliente, de quedarnos por más tiempo acurrucados en la cama y de tener que apurar el paso por las tardes porque la brisa helada nos golpea en la cara.
EL DESCENSO DE TEMPERATURA ES HABITUAL EN ESTOS MESES Y SE UNE CON “LA DECLINACIÓN SOLAR ALEJADA AL HEMISFERIO SUR Y OTROS FACTORES METEOROLÓGICOS COMO LOS EVENTOS NORTES Y VARIABLES CLIMÁTICAS COMO LA NIÑA”
Quienes quieren escapar del frío, paradójicamente, suben al Ávila, escribió alguien en  internet. Allá arriba, en su cima, la neblina impide dar un paso sin temor a una caída, es posible hablar y ver el aliento condensado y la gente hace cola para tomar chocolate caliente. Las fotos de un cielo plagado de nubarrones con agrio rostro gris colman las pantallas de los teléfonos y las redes.
La lluvia hace que haya una mezcla del olor a tierra o cemento mojado con el de mandarina recién abierta. Esta sorpresa del “desplazamiento de masa helada” nos ha hecho amanecer con un cielo inexpresivo y blanco, un Ávila secuestrado por las barbas de neblina, sentir la inclemencia del sol de mediodía, mojarnos a media tarde con un pertinaz aguacero y caminar casi al trote para huir de los lanzazos de hielo que sentimos en las costillas cuando andamos de noche por la ciudad.
EPALE 213 CIUDAD Ola de frio_5
Las bufandas, los abrigos y las chaquetas de piel salen a dar la cara
EPALE 213 CIUDAD Ola de frio_4
Desempolvar las capuchas para afrontar los vientos del Norte
 EL PACHECO QUE SE FUE
Al escribir sobre la Caracas que se le fue a Aquiles Nazoa en las primeras décadas del siglo pasado, durante su niñez, recuerda lo siguiente:
EPALE 213 CIUDAD Ola de frio_3
Un cafecito caliente para bajarle dos al frío
“Caracas era muy fría entonces; ya desde fines de octubre el exquisito frío tan tónico y juvenil que invadía la ciudad por el área de Catia, imponía el uso de los abrigos, sobretodos, romantones, bufandas y franelas largo tiempo guardados. Flotaba en el ambiente un olor a vetiver procedente de los baúles. Nunca supe de dónde le viene a ese frío en particular el nombre de ‘Pacheco’ que le da el pueblo caraqueño, ni si fuimos nosotros los primeros en usarlo, o los chilenos que también nombran así a los vientos de otoño”.
Esta vuelta de las bajas temperaturas nos tomó por sorpresa. Algunos se envuelven en la nostalgia de la ciudad que se fue y otros aprovechan para abrigarse y sentir que sin moverse están en otra ciudad. El valle, a veces amable, sabe que en sus lugares más elevados guarda un corazón gélido, que espera derretirse en Carnaval. Mientras tanto, ansiamos tomarnos una bebida caliente y dejarnos habitar por la calidez del frío caraqueño.