domingo, 29 de enero de 2017

“POR LA PUNTA DE MI NABO VERDE”

“POR LA PUNTA DE MI NABO VERDE”

EPALE 213 LA TRAMA COTIDIANA
LA TRAMA COTIDIANA / POR RODOLFO PORRAS
Martin Esslin escribió en 1961 El teatro del absurdo. Con este nombre bautizó un movimiento teatral, y su contenido caracterizó, describió e iluminó algunas décadas que antecedieron al escrito. Esslin adjetivó así el trabajo de Samuel Becket, Arthur Adamov, Jean Genet y Eugene Ionesco.
Cada uno en su momento y lugar comenzó a tejer estructuras teatrales con anécdotas, diálogos, personajes, relaciones que retrataban otra perspectiva de la realidad.
Las grandes guerras, la eclosión del dinero, la tecnología inesperada, el nacimiento del consumismo habían aturdido a buena parte de la humanidad. Sobre todo Occidente se había tropezado con estructuras de poder, de ordenamiento y de consumo jamás imaginados.
La forma de comunicarse y de valorar esa comunicación se había trastocado de tal manera que las palabras perdieron el significado habitual. Conseguirle otro sentido, o tal vez otorgarle uno, no era tarea fácil, ni siquiera consciente. El teatro de estos autores daba cuenta de este drama. Pero no eran sus escritos, era el mundo quien andaba cabalgando por situaciones, valoraciones y pensamientos ajenos a una convencionalidad que, por lo menos durante dos siglos, había variado muy poco.
Una vez más estamos asistiendo al hecho teatral alimentándose del espíritu de su época y, al mismo tiempo, caracterizándolo, confiriéndole un camino de encuentro con el ser humano común.
Hoy, en Venezuela, estamos inmersos en una dinámica que nos recuerda mucho los postulados que menciona Esslin que, a su vez, se basan en algunos escritos de Albert Camus.
En innumerables momentos nos encontramos con situaciones difíciles de asimilar. Los medios de comunicación han alcanzado tal nivel de parcialidad, que nadie se toma en serio lo que allí aparece. Todo adquiere una atmósfera onírica, relativa, incierta. Lo llamativo es que ahora la cotidianidad comienza a adquirir los mismos visos. En cualquier cola podemos ver a dos personas intercambiando consignas como si estuvieran conversando.
La Asamblea Nacional declara el abandono del cargo del Presidente, para ello se reúne después de un montón de días sin haberlo hecho por falta de cuórum. El Tribunal Supremo de Justicia la declara en desacato y dictamina que todo lo que ejecute no tiene validez legal. La Asamblea decide que lo que dictamina el Tribunal no es acatable. Aseguran que el Presidente no es el Presidente, seguidamente le recriminan que no vaya a rendir cuentas. La cantante calva espera a Godot en la Asamblea, y quien llega es Ubu rey dispuesto a todo.

EPALE 213 LA TRAMA COTIDIANA
LA TRAMA COTIDIANA / POR RODOLFO PORRAS
Martin Esslin escribió en 1961 El teatro del absurdo. Con este nombre bautizó un movimiento teatral, y su contenido caracterizó, describió e iluminó algunas décadas que antecedieron al escrito. Esslin adjetivó así el trabajo de Samuel Becket, Arthur Adamov, Jean Genet y Eugene Ionesco.
Cada uno en su momento y lugar comenzó a tejer estructuras teatrales con anécdotas, diálogos, personajes, relaciones que retrataban otra perspectiva de la realidad.
Las grandes guerras, la eclosión del dinero, la tecnología inesperada, el nacimiento del consumismo habían aturdido a buena parte de la humanidad. Sobre todo Occidente se había tropezado con estructuras de poder, de ordenamiento y de consumo jamás imaginados.
La forma de comunicarse y de valorar esa comunicación se había trastocado de tal manera que las palabras perdieron el significado habitual. Conseguirle otro sentido, o tal vez otorgarle uno, no era tarea fácil, ni siquiera consciente. El teatro de estos autores daba cuenta de este drama. Pero no eran sus escritos, era el mundo quien andaba cabalgando por situaciones, valoraciones y pensamientos ajenos a una convencionalidad que, por lo menos durante dos siglos, había variado muy poco.
Una vez más estamos asistiendo al hecho teatral alimentándose del espíritu de su época y, al mismo tiempo, caracterizándolo, confiriéndole un camino de encuentro con el ser humano común.
Hoy, en Venezuela, estamos inmersos en una dinámica que nos recuerda mucho los postulados que menciona Esslin que, a su vez, se basan en algunos escritos de Albert Camus.
En innumerables momentos nos encontramos con situaciones difíciles de asimilar. Los medios de comunicación han alcanzado tal nivel de parcialidad, que nadie se toma en serio lo que allí aparece. Todo adquiere una atmósfera onírica, relativa, incierta. Lo llamativo es que ahora la cotidianidad comienza a adquirir los mismos visos. En cualquier cola podemos ver a dos personas intercambiando consignas como si estuvieran conversando.
La Asamblea Nacional declara el abandono del cargo del Presidente, para ello se reúne después de un montón de días sin haberlo hecho por falta de cuórum. El Tribunal Supremo de Justicia la declara en desacato y dictamina que todo lo que ejecute no tiene validez legal. La Asamblea decide que lo que dictamina el Tribunal no es acatable. Aseguran que el Presidente no es el Presidente, seguidamente le recriminan que no vaya a rendir cuentas. La cantante calva espera a Godot en la Asamblea, y quien llega es Ubu rey dispuesto a todo.

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