domingo, 6 de octubre de 2013

Pastillas letales para la niña Asunta en un crimen con varios actos

ESPAÑA / ESPAÑA


Día 07/10/2013 - 02.43h

El juez, que tiene más pruebas no conocidas, sostiene que los padres envenenaron a su hija

Rosario Porto llora desconsolada en los diez metros cuadrados de su celda del único módulo de mujeres de la cárcel de Teixeiro. Dos presas de apoyo, que se alternan, la acompañan en esos primeros días donde a un reo primario las rejas le martillean los oídos. Más aún a Rosario que desde niña ha pasado los fines de semana en un chalé de 400 metros, con piscina y pistas de tenis; una mujer acostumbrada a asistir a la ópera de Viena y a los más exclusivos centros educativos de Francia y Reino Unido. Está «destrozada» e «indignada», cuenta su abogado al tiempo que proclama la inocencia e indefensión de su cliente.
Al otro lado de los muros, la Policía Judicial de la Guardia Civil de La Coruña y el juez instructor, José Antonio Vázquez Taín, amarran pruebas contra ella y su exmarido Alfonso Basterra. El padre de Asunta fue ingresado en la enfermería de la prisión donde es más fácil controlarlo, sometido como está al protocolo de suicidios (ambos comparten esa clasificación).

«Incongruentes»

Taín tiene claro que los indicios apuntan a la pareja, tanto que en sus dos autos de prisión que entrega al fiscal el viernes 27 de septiembre imputa a ambos un delito de homicidio y posible asesinato, mientras mantiene el secreto del sumario y espera a que lleguen a su mesa en forma de resultados las terribles sospechas que se desprenden de la investigación.
Han pasado menos de dos semanas desde que apareció el cuerpo de la niña en una pista forestal, al raso, vestida con ropa de casa, drogada y asfixiada, según avanzó la autopsia y ya los letrados mueven ficha y piden a la Audiencia de La Coruña la excarcelación de sus representados. El juez les envía sus argumentos que había mantenido en secreto. Son mínimos ante la desconfianza que siente por las sucesivas e «incongruentes» explicaciones de la pareja, pero son rotundos.
«A las horas que la menor sufre la ingesta forzada de fármacos, la imputada estaba con la menor», asevera. No solo eso. «A la hora que presuntamente se produjo el fallecimiento atendiendo al contenido gástrico, también todo apunta a que estaba con la imputada». La ingesta forzada la traduce Toxicología en una dosis de lorazepam, comercialmente Orfidal, casi letal y la concreta el psiquiatra forense y toxicólogo José Cabrera, en que la niña presentaba una dosis «veinte veces superior a la de un adulto medicado con ansiolíticos». Tras tomarlos, Asunta no habría tardado más de dos o tres horas en morir, aunque la autopsia reveló que la niña además fue asfixiada.

Los episodios previos

El juez reitera el argumento de que Asunta estaba con su padre cuando se produjo la ingesta de pastillas. Pero ofrece más argumentos contra Alfonso Basterra en este punto. «También estaba con el imputado en dos incidentes anteriores en los que la menor sufrió también presuntas ingestas de fármacos». Esa frase condensa la hipótesis policial contundente y terrorífica: una posible planificación concertada del crimen de la niña.
Las dosis casi letales se refieren solo al día de su muerte, pero es más que probable que el juez ya tenga los resultados de los análisis de pelo y sepa con exactitud si existen rastros de medicamentos en los últimos meses. «El fallecimiento de Asunta se produjo en una sucesión de actos, algunos de los cuales indiciariamente se pueden imputar a Alfonso», sostiene Taín. Cuando redactó ese auto aún no había tomado declaración a la pediatra de la niña, quien le aclaró que ni era alérgica ni asmática por lo que no estaba siendo tratada, como el padre hizo creer a las profesoras de la cría.
Porto y Basterra deben seguir en prisión a juicio del instructor. La primera porque «groseramente» cambió su versión de los hechos y podría seguir variándola en busca de una coartada, además de destruir determinados indicios «que por ahora se desconocen». Cuenta con importantes medios económicos y contactos en otro país, por lo quepuede fugarse.
Basterra no tiene contactos ni nada en la abundancia, pero carece de «arraigo» en la ciudad, por lo que la huida es una posibilidad. El viernes, ante las nuevas pruebas, el juez quiso reconstruir las últimas horas de Asunta con sus padres, pero éstos se negaron. No quieren dar pistas sin saber qué tienen contra ellos. Salieron de la cárcel (estuvieron separados), hablaron con sus abogados y regresaron a sus celdas. Porto está más tranquila, según fuentes de Prisiones, aunque sabe que todas las miradas dentro, pero sobre todo fuera, están clavadas en ella y su exmarido. Sus amigos no la defienden en público. Algunos han ido a contarle a la Guardia Civil episodios que ahora cobran sentido.

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