RAMÓN CASTILLO
Durante el mes de septiembre se celebra en muchos países de América Latina, el mes de la Biblia. La palabra Biblia deriva del griego biblion que significa libro, o colección de libros. Se puede decir que la Biblia es una pequeña biblioteca compuesta de dos secciones: el Antiguo y el Nuevo Testamento. Los libros de la Biblia fueron escritos por diversos autores en el curso de más de mil años. El Antiguo Testamento fue escrito en lengua hebrea y aramea, y el Nuevo Testamento en griego.
A partir de estos idiomas originales se han hecho las traducciones antiguas y modernas a las demás lenguas del mundo. Las declaraciones proféticas contenidas en Biblia son un llamado a la confianza, la esperanza, el amor y a la construcción de una paz con justicia. Para los cristianos, Dios se revela a sí mismo en la Biblia dando a conocer a la humanidad su propósito redentor y mostrando su poderosa acción liberadora en la historia humana. Desde los relatos del Génesis, Dios responsabiliza al hombre y a la mujer –representados en Adán y Eva– por la administración de la creación a favor de la comunidad humana. En el libro de Éxodo, donde Dios libera a su pueblo de la esclavitud de Egipto, aparece de una manera clara la semilla de la lucha contra la opresión.
La institución de Año Sabático y el Jubileo (Éxodo 23:10-11 y Levítico 25:1-7) establecía una legislación social que ponía límites a la explotación de la tierra, protegía a los refugiados y favorecía la igualdad social mediante una distribución más justa de la propiedad. Por su parte, Jesús no deja lugar a dudas respecto a la opción y preferencia por los pobres mediante actos concretos de solidaridad con los excluidos (Lucas 4). En momentos en que nuestros países se enrumban hacia una sociedad más justa, humana y solidaria hacemos nuestra la promesa de paz y esperanza que nos ha sido anunciada en las Sagradas Escrituras.
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