EPALE 212 MUSICAES UNA DISCUSIÓN SIN FIN PERO NECESARIA, DONDE OBRAS, CREADORES, TEÓRICOS Y PÚBLICOS SON LOS PROTAGONISTAS
POR MERCEDES SANZ • @JAZZMERCEDES
 “¿Escuchaste la última canción de Daddy Yankee? Está muy fina”. “¡Chica, no soporto esa música de comegatos!”. En el camino uno se cruza con infinitos gustos, que develan emociones, sueños, identidades. “No hay vida cotidiana sin arte, no hay modo de vida en el que no sean conocidos el canto, la música, la danza”, dice Ágnes Heller en Sociología de la vida cotidiana. Y de todas las artes, la que más está presente en la rutina, la que más nos mueve, es la más intangible: la música.
Cada vez que un estilo invade el gusto popular, de las mayorías, entra en el campo académico el dilema de siempre: ¿qué es música buena y música mala?, porque las personas comunes no se preguntan eso. La vida está llena de ciclos y el área musical no escapa de estos procesos: volver a las preguntas iniciales, buscar la esencia, arroparse en la filosofía, encontrar la respuesta.
“Duke Ellington clasificaba la música de buena y mala. Para mí hay música de calidad y mediocre. La primera tiene más elaboración, respeta la tradición. Puede haber experimentos pero que respeten los orígenes. Sucede que la industria banaliza la música porque, según, a la gente no le gusta la elaboración musical. Hay una subestimación de la música elaborada y del gusto del público”, indicó Gherson Maldonado, investigador, quien dirigió el archivo musical de Radio Nacional de Venezuela y creador del espacio radial Memoria Musical del Caribe.
Acerca de música buena y mala vienen hablando muchos teóricos. Desde la antigüedad griega, los filósofos clasificaron las artes (superiores e inferiores). Obviamente este enfoque se superó hace tiempo, pero el asunto musical se volvió complejo cuando apareció la industria cultural (medios, sellos disqueros, editoriales). Theodor Adorno fue uno de los primeros en estudiar la música en la sociedad de consumo. Fue muy crítico con la industria, ya que decía que su función es vender y, por ende, degradar el arte al convertirlo en mercancía para el consumo masivo. Es aquí cuando pierde su esencia comunicativa y hacedora de conocimiento, entonces es “música mala”.
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Si bien nacieron otros estudios sobre el arte y su función social, no dejaron de cuestionar el papel determinante de la industria en la música y en el gusto. “Es vital que el músico construya. He tocado con músicos de todos los géneros. He hablado con reguetoneros y les he preguntado sobre este ritmo, y me dicen que ellos hacen eso porque les pagan bien”, señaló Alberto Borregales, músico con más de cuatro décadas de trayectoria y egresado en Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela. Pero el tema no es el reguetón, sino eso que han llamado “música mala o buena” en cualquier corriente. Pasa que el ritmo caribeño salta porque es el que está en la palestra, y es el blanco de críticas y elogios.
“Aquí entra en juego lo comercial. Lo que hay es moda, exceso de información, depresión, relaciones no personales, donde los jóvenes no tienen referentes. Para mí no hay música buena ni mala, lo que hay es una estética de la música. Yo trato de romper esta dualidad, como decía Nietzsche, de ir más allá del bien y el mal. Tratar de entender qué es lo que sucede actualmente en la música. Lo importante es el mensaje y el receptor”, acotó Borregales.
“No hay música buena ni mala, hay para todo oído”, dijo Claudio Sánchez, músico de Limpiacabezales. “Todo depende de los gustos de cada quien, hay cosas interesantes en la salsa erótica, la changa tuki”, refirió Magú, músico, productor y melómano.
En esta era digital tenemos libertad de escoger y antes esta posibilidad no existía. Lo de música mala o buena, eso solo lo decidirá quien la escucha. El musicólogo español Jaime Hormigo-Roz expresa en Música y sociedad: “La música es expresión y comunicación de las emociones e instintos más profundos del alma, que coinciden con nuestras experiencias sociales y nuestra herencia cultural”.