jueves, 27 de abril de 2017

Los tutelados de Latinoamérica


Susana Malcorra funge como vocera del corporativismo estadounidense que no sólo busca una intervención en Venezuela, sino que plantea un mecanismo de tutelaje que ponga en las manos de petroleras, algunas transnacionales y la embajada gringa la dirección política del país. Así como funciona en otras naciones de la región.
La razón por la que Estados Unidos considera a la región latinocaribeña como su patio trasero no es meramente por la evidencia geográfica y estratégica que representa para sus intereses. La existencia de un tutelaje dirigido por las corporaciones que dominan con sus lobbies el Estado norteamericano es tan de facto como la soberanía de Venezuela al respecto.
Los países que votaron a favor de la resolución en la OEA con respecto a la discusión diplomática en torno a Venezuela son aquellos cuyos gobiernos se han mantenido en la senda del tutelaje estadounidense, con las corporaciones y los bancos de protagonistas en la toma de decisiones políticas y como principales beneficiarios económicos. El resto no es de interés para ellos.
Principalmente, los que han tomado con más encono la vocería en contra de Venezuela, son gobiernos que tienen como funcionarios a diversos gestores del corporativismo gringo y las finanzas especulativas. Por supuesto, esto no es una casualidad.

Mínimo mapa del tutelaje estadounidense en América Latina

En el caso de Argentina, podemos encontrar un gobierno enteramente compuesto por altos operadores de bancos y corporaciones, empezando con el presidente Mauricio Macri, quien no vaciló en endeudar milmillonariamente al país para pagarle a los acreedores de los fondos buitre. Los bancos Deutsche Bank, HSBC Securities, JP Morgan, Citigroup y UBS Securities fueron los más beneficiados de esta decisión, en su mayoría entidades financieras que dominan el mercado centrado en Wall Street.
Y es que los ministros de Macri son en su mayoría ex CEO y ejecutivos de alto rango de bancos como JP Morgan, Morgan Stanley, Goldman Sachs y de transnacionales como General Motors y Exxon Mobil. Puede leer al detalle el prontuario de estos funcionarios corporativos en una nota de Misión Verdadpublicada en 2016.
Cabe recalcar que el país que tiene más inversiones directas en Argentina es precisamente los EEUU, con más de un 30%. Una investigación de Forbesasegura que Coca-Cola es la que tiene más presencia en este país, en ese sentido.
Por otro lado, Brasil es quizás el país que más ha sido minado por corporaciones y bancos en la historia de América Latina, cuestión que se ha acelerado desde que Michel Temer tomara el poder a través de un golpe parlamentario a Dilma Rousseff. De hecho, la migración de una buena cantidad del aparato industrial de empresas estadounidenses hacia Brasil, ha transformado a este país latinoamericano en una región emergente de primer nivel en este aspecto.
Esto sin contar que el presidente Michel Temer fue informante de inteligencia política de los EEUU en Brasil, según devela Julian Assange.
En su gobierno, Temer ha prometido a los financistas del golpe a Dilma la privatización de la Cumbre Pre-Sal, es decir, que los principales beneficiarios de esta mina energética serían Chevron y los hermanos dueños de Koch Industries, como se dijo en una nota de Misión Verdad el año pasado. A pesar de que aproximadamente un 18% de las inversiones directas provienen de transnacionales estadounidenses, los grandes conglomerados del agronegocio dominan la escena política del parlamento, así como el poder judicial está en manos de los bufetes de JP Morgan y Goldman Sachs.
Colombia, por su parte, es un país tomado por los servicios de inteligencia y militar de los EEUU. Dos datos: un total de siete bases militares gringas en territorio colombiano, y un Plan Colombia ideado desde el Pentágono con una inversión de más 5 mil 500 millones de dólares, son los avales de un tutelaje directo sin mediaciones en ese plano.
Ni hablar del papel de la DEA y la CIA en ese país. El hijo de Pablo Escobar confesó que el otrora jefe del cartel de Medellín fue operador de la CIA y que coordinaba rutas de cocaína desde Colombia hasta Miami con la protección de la DEA y de la agencia de inteligencia estadounidense. Cabe recordar que Escobar llegó a ser senador de la República y amigo-socio de Álvaro Uribe Vélez.
Los tutelados de Latinoamérica no pueden jactarse de tener soberanía
Aproximadamente un 30% de las inversiones directas extranjeras provienen de los EEUU. Colombia tiene a la General Motors como principal corporación gringa en esos términos. Además, petroleras como Exxon Mobil y Chevron han sido acusadas por organismos de derechos humanos de impactar negativamente en el medio ambiente colombiano con el aval del gobierno.
Son conocidos los episodios en que corporaciones estadounidenses han exigido al gobierno colombiano que actúe en su beneficio, como la llamada Masacre de las Bananeras de 1928, un genocidio de trabajadores de la extinta United Fruit Company que estuvieron en huelga durante un mes. El gobierno de Miguel Abadía Méndez se encargó militarmente del asunto.
Asimismo, Juan Manuel Santos ha jugado un papel crucial como lobbista del agronegocio transnacional y fue educado en la Universidad de Harvard, una de las instituciones más conspicuas de formación para próximos gobernantes con tendencia corporativista.
Lo que puede decirse de México sería más bien redundante con respecto al tutelaje estadounidense. La privatización de las principales empresas del Estado mexicano se ha acelerado con los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Además, un 40% de la inversión directa extranjera en México viene de corporaciones estadounidenses.
Estos gobiernos han entregado a Chevron-Texaco y a Lewis Energy Texas importantes pozos petroleros, y se hicieron con parte importante de la transformación, distribución y comercialización de la materia prima y su inserción en el sector intermedio de la economía, lo que significó la entrega total y absoluta de la industria química, petroquímica y refinadora del Estado mexicano al capital transnacional, con buena parte estadounidense.
El actual canciller mexicano Luis Videgaray, formado en el Massachusetts Institute of Technology, fue el principal asesor en relación a la privatización de Pemex y es un fiel defensor de la explotación de transnacionales estadounidenses en México a través de los Tratados de Libre Comercio.
Cargill, Ford, Goodyear, Carterpillar y Microsoft, todas compañías estadounidenses, tienen una presencia notoria en la vida económica mexicana, así reseñado por Forbes en el estudio citado con relación a Argentina.
Por último tenemos al Perú, cuyo presidente se ha destacado en los últimos meses como un nuevo vocero abierto del antichavismo regional. Pedro Pablo Kuczynski no sólo ha sido educado en las escuelas élite de gobierno estadounidenses, sino que ha sido acusado de favorecer financieramente a la Standard Oil de Nueva Jersey (hoy Exxon Mobil) mientras se desempeñaba como ejecutivo en el Banco Central de Reserva peruano.
Kuczynski asimismo ha ejercido cargos en el Banco Mundial y durante el gobierno de Alejandro Toledo se encargó de endeudar al Perú con el FMI. Es un sólido operador de las petroleras gringas, como se demuestra en este prontuario publicado por Misión Verdad.
A esto se le suman sus declaraciones sobre América Latina, calificando a la región como un "perro simpático que no da problemas" a los EEUU. Excepto, claro está, Venezuela.
Perú quizá sea el caso más extremo en cuanto inversión directa extranjera, con un 98% por parte de corporaciones estadounidenses.
Lo que demuestra esta descripción de tutelajes que EEUU busca controlar el monopolio de todas las áreas de interés energético, económico y político en la región latinocaribeña para así manipular a su antojo. Con la acción tutelada de todos estos operadores anclados en los gobiernos de sus respectivos países, se planta una declaración: el fin de los Estados-nación para darle paso a un patio trasero "más simpático" a los ojos de las corporaciones, los bancos y el Estado profundo norteamericanos.
Los tutelados de Latinoamérica no pueden jactarse de tener soberanía o capacidad de decisión.

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