Venezuelan soldiers prepare to embark for military maneuvers at the port of La Guaira, Venezuela on January 8, 2017. / AFP PHOTO / FEDERICO PARRA
POR MARLON ZAMBRANO • @EPALECCS
FUE, BAJO EL ESPÍRITU DE LA UNIÓN CÍVICO MILITAR, SIMULAR LA GUERRA A NIVEL DE PANA. LOS EJERCICIOS ANTIIMPERIALISTAS DEL PASADO FIN DE SEMANA PUSIERON A CONTRALUZ EL ALMA DE UN PUEBLO QUE NO SOLO NO SE DEJA JODER SINO QUE DISFRUTA JUGANDO A LA GUERRA PERO CON PASIÓN PATRIOTA
Se trata, como dijo el ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, sobre el estrado que se instaló a los pies de las columnas dóricas de la Universidad Militar Bolivariana, de ganar la guerra sin necesidad de combatir, es decir, con la fuerza de la persuasión.
102.000 milicianos y milicianas, casi 400.000 hombres y mujeres del pueblo y 76.000 funcionarios de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana con sus respectivos “juguetes”, fueron un argumento suficientemente contundente para insistir en que “la paz siga reinando”.
Pero no fueron las únicas enseñas para seducir en nombre de la calma y la cordura. A las 8 de la mañana del viernes 13 de enero, en el marco del ejercicio de acción integral antiimperialista Zamora 200, una catira con senos turgentes se asomó desde el tablado de la televisora de la Fuerza Armada para convencernos de las bondades de la televisión que opera en perfecta armonía cívico-militar. Fue aparecer la maravillosa rubia de pechos inflados y labios de bisutería y arrancar, con toda la puesta en escena correspondiente a esta era sometida por el relato mediático, dos días de demostraciones del músculo militar y su contraparte civil para la defensa de la Revolución, contra los violentos que atizan la desestabilización.
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La Milicia Bolivariana, los más panas, los más dispuestos. Foto Jesús Castillo
Podría decirse, en honor a la verdad, que Caracas se veía sorprendentemente menos bélica que nunca el viernes 13 de enero. Sepultada bajo la resaca gélida de los primeros días del año, se respiraba en la ciudad un aire de serenidad provinciana que comenzaremos a extrañar a mediados de febrero, cuando vuelva a reinar el desmadre del ajetreo capitalino y se disipe el frío glacial que nos mantiene en estado de sitio, tiritando y con ganas de estar en guerra de almohadas con la catira de TVFanb.
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Todas las causas salieron a escena. Foto Jesús Castillo
De repente, un hecho sin precedentes que yo no había visto en 200 años: la Milicia Bolivariana desplegada por el Metro de Caracas, no en todo, pero al menos en algunos nodos esenciales como Chacaíto, Plaza Venezuela y las estaciones de la Línea 3, donde estaban distribuidos entre los andenes y los accesos. Esto lo aprovecharon los vendedores ambulantes para desplegar sus mejores contorsiones en el manoseado arte de la mercadotecnia: donde veían un piquete se daban media vuelta, se llevaban el morral al hombro y se mimetizaban como uno más. Al menor descuido, desplegaban su stock con maña de ilusionista y cuando venías a ver ya estabas masticando los caramelos de a 150 bolívares que, según vocean, son más viejos que mi abuela. “Primero los buenos días, mi gente bella, ¿quién me responde los buenos días…?”.
Sin embargo, toda la escena ofrecía cierto confort. Es Caracas en su lucha simbólica, con los signos de la cotidianidad en la epidermis. Por un lado, los buhoneros subterráneos ofreciendo la mercadería más
inusitada y barata, por el otro los milicianos que en casi todos los casos son alegres y serviciales, que han dejado la comodidad de sus tareas de jubilados —o sus oficios y profesiones severas— para entregarse a la disciplina del orden cerrado con una devoción admirable, como los combatientes que poco a poco me fueron orientando hasta dar con mi indisciplina civil a la célebre Alcabala 3 o Puente Coche, para acceder a ese mundo paralelo de la capital que es el Fuerte Tiuna, donde todo funciona a discreción.
Desde allí, una frenética búsqueda del Patio de Honor de lo que antes era la Academia Militar y hoy es universidad, incluyendo paseo en Metrobús alrededor de los inmensos edificios erigidos por un consorcio chino para la Misión Vivienda y la ecléctica muchedumbre que hace vida en ese entorno donde todo parece tener un ritmo ralentizado.
En todo momento el componente cívico completamente ejercitado: el Metrobús detenido y 15 espontáneos ayudando a un hombre en silla de ruedas a subir a la unidad; una chica que se levanta del asiento para darle su puesto a un tipo con muletas; un chamo que le paga el pasaje a una abuela emocionada que insiste en cancelar su ticket (a Bs. 6) con un billete de los nuevos de 5.000; el conductor que recomienda a cada usuario cómo llegar felizmente a destino; rebaños de carajitos recién llegados de “gochilandia” persiguiendo la dirección de la Efofac; unos y otros encajados como fragmentos de un rompecabezas, juntos y revueltos en una hermandad devota que garantiza la defensa del alma.
Hay demasiado voluntarismo como para dejarnos joder. La solidaridad nos hará libres.
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Ayer el asunto se resolvía a peinilla. Hoy se dialoga pero bien apertrechado. Foto Enrique Hernández

EPALE 212 MIRADAS_5BAJO EL SILBIDO DE LOS DRONES
Dos drones, cinco zamuros y como cuatro chusmitas que pasaban rozando los flequillos de los edificios pretorianos del conjunto militar nos dieron la bienvenida al ejercicio antiimperialista.
Ciertamente las detonaciones me espantan, como a cualquiera, pero esta vez el artificio antimotín de los vehículos blindados me dejó un ahogo de pólvora que me hizo recordar los días en que la pérdida de voluntad de los enamorados nos hizo colaborar con el andamiaje de las molotov en los pasillos de la UCV para protestar por la presencia de Bush padre en una visita esporádica y corporativa a tierras venezolanas. No éramos héroes ni teníamos espíritu de mártires, sino que había una jevita ñángara que nos tenía enloquecidos y a la que seguimos por mucho tiempo con fervor faccioso.
“Nuestra idea no es reprimir”, me comentó luego G. González M., un soldado (no tengo idea de su gradación) que me dio algunas declaraciones con recelo de ermitaño advirtiéndome que si lo llevaban preso por lo que yo iba anotando, ya nos veríamos más adelante. Risas forzadas. Pero es que vistas así, sobre unas mesas de cafetín para su visualización didáctica, las armas se ven chistosas: las escopetas Akar, Valtro, Remington, Ebam, que detonan perdigones de polietileno y cartuchos propulsores para contener las manifestaciones violentas, son de una belleza inquietante. ¿Cuánto no me caí a tiros imaginarios con mis hermanos y con los vecinos de la cuadra, apenas con los dedos?
102.000 MILICIANOS Y MILICIANAS, CASI 400.000 HOMBRES Y MUJERES DEL PUEBLO Y 76.000 FUNCIONARIOS DE LA FUERZA ARMADA NACIONAL BOLIVARIANA CON SUS RESPECTIVOS “JUGUETES”, FUERON UN ARGUMENTO SUFICIENTEMENTE CONTUNDENTE PARA INSISTIR EN QUE “LA PAZ SIGA REINANDO”
Mientras continuaban los ejercicios en la inmensa explanada, el funcionario me hizo una confidencia en clave de periodista, político o puta: “Lo más sensato es no involucrarse”, que entendí como que un guardia nacional no puede dejarse arrastrar por la tensión del momento, las provocaciones y las ganas propias a la hora de caerse a piña con un manifestante que excede su oficio.
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Las armas de la seducción con puño de mujer. Foto Jesús Castillo
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El Ferro vivió un simulacro que debería ser permanente. foto Jesús C.
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Las soldadas de la patria son toda una inspiración. Foto AVN
LA VERDAD EN UN TEMBLOR DE LABIOS
Padrino López puso el escenario más claro: antes, en la cuarta, a los guardias se les ofrecía miseria y una peinilla para que salieran a la calle a arremeter. La Revolución Bolivariana, a instancias de Chávez, se dotó no solo del armamento estandarizado por todas las convenciones internacionales, sino de una sobredosis de patriotismo y respeto por los derechos humanos para que fueran capaces de salir a la calle a hacer su trabajo de “asepsia” sin vulnerar el derecho sagrado a arrecharse y patalear pacíficamente. Aquello lleva el nombre de “uso progresivo de la fuerza” y para evidenciarlo, los efectivos blandían sus escudos con ruido ensordecedor mientras los drones, enviando señal en vivo para VTV, nos despeinaban el copete. Es que, en esta época, si no pasa en la televisión, realmente nunca pasó, así haya pasado.
Yo me esperaba en realidad a un grupo de abueletes barrigones haciendo calistenia en un patio de castigo —como los quiere hacer ver la sátira escuálida en infinidad de memes que circulan por Wasap—, pero en realidad ahí había un nutrido grupo de chamos esbeltos con sus armas no letales y sus trajes antitraumas, demostrando cómo disuadir a los que en un arranque de desmesurado afán, pretendan romper el hilo. Más que los soldados, las soldadas que siempre han motivado en nuestra libido una fascinación fetichista, tirando a sadomasoquista.
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La demostración de orden público se montó con todos sus juguetes. Foto Enrique Hernández
“¿Qué harías si un ejército invasor se atreviera de verdad a hollar el suelo patrio con ánimo de guerra?”, le pregunté al sargento segundo de la Reserva Activa 4 de Febrero, Silva Tovar, que se acercó en autobús desde Propatria. “Mira, ya nosotros estamos entrenados para eso, tenemos años en formación y preparados frente a cualquier intento de invasión del extranjero. Hermano, aquí estamos listos, ojalá no se atrevan” dijo entre la fe ciega y algo que me estremeció la certidumbre: mientras hablaba, le temblaban los labios. Es que en las emociones no caben simulacros.

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No eran ningunos gorditos haciendo calistenia. Enrique Hernández



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POR GUSTAVO MÉRIDA
POR QUÉ LA OLIGARQUÍA DEBE EMPEZAR A TEMBLAR
García Márquez dijo que si él intentaba dejar para el final de su crónica la muerte que anunciaba, el lector haría lo que él confesó: ir directo al final del relato para saber si le mataban o no, por lo que decidió contarlo al principio; ello obligaría al lector a averiguar cómo sucedió.
Eso solo lo puede hacer García Márquez.
Paula Correa, cuando pujó, habrá sentido ese dolor ineludible y lejano de la mujer que pare un hijo que va a morir víctima de la traición. En diez días con sus noches se cumplirán 200 años de aquel parto y por eso hace siete días con sus noches se realizó el ejercicio militar Zamora 200. Un comandante en jefe que no le debe nada a nadie ordena y la doctrina militar de Hugo Chávez, quien le enseñó cómo no se le debe nada a nadie, se hace, se prueba, se afina; todo eso en menos de dos semanas. Nunca antes se hizo algo así.
Se trata de reunir, de sumar. La sinrazón de la esperanza en una invasión militar para poder sacar al presidente Maduro es, aunque parezca increíble, una esperanza de algunas personas, pendejas todas, sin lugar a dudas. Pero no es la única manera de ser pendejo en la vida y en la muerte.
EPALE 212 MIRADAS_9Zamora tenía menos de 45 años cuando le mataron. Un banquero de entonces es sospechoso de la autoría intelectual. Un pendejo enterró a Ezequiel Zamora y quizá el mismo banquero mató al pendejo, porque si algo hacen bien los banqueros, de otrora y de ahora, es joder a los pendejos. Hay más pendejos y pendejas que banqueros y oligarcas juntos. Matemática simple y a la segunda, la mejilla ya le está doliendo a los pendejos. Si usted reúne y suma, en una mesa de dominó (sobre todo por aquello de que los mirones son de palo) las edades de, por ejemplo, Nicolás Maduro, jugando con Jorge Rodríguez, Diosdado Cabello y Tareck El Aissami, rápido llega a 200 años, o casi.
Menos mal que sacamos la cuenta después de que se parara Aristóbulo, porque pudiésemos llegar, casi, a los tiempos de Boves, y en ese tiempo los pendejos dejaron de serlo por un rato.
“… el ímpetu que solo da el fuego sagrado, la pasión que uno siente por esta tierra de Venezuela y por este lugar especial, los Valles del Tuy, por donde pasó Guaicaipuro, por donde pasó Bolívar, por donde pasó Zamora, por donde pasó Chávez. Sientan ustedes, en su espíritu, que son guaicaipuros, y serán imbatibles. Sientan en su espíritu que son Bolívar, y serán invencibles. Sientan en su espíritu que ustedes llevan a Zamora, y serán pueblo eterno. Y sientan en su espíritu que ustedes son los hijos y las hijas de Hugo Chávez Frías (…) pido a Dios las bendiciones de la paz. Si queremos paz, preparémonos para la paz”.
Eso lo dijo el presidente Nicolás Maduro luego de finalizar el ejercicio Zamora 200 y dirigiéndose a los soldados de la patria: “Hombres y mujeres del pueblo”.
También, y es lo mejor, porque la guerra suena tan duro por el sonido del horror, que la oligarquía deba empezar a temblar solo por el frío de estos tiempos. Todo depende de.