domingo, 24 de marzo de 2019

Crónica: "Cerré los ojos y bebí agua de tanque"


Pamela Hernández
Panorama
"¡Chama corre corre que están saqueando, venite! Alcanzó a oír Dayana Herrera cuando caminaba en busca de algo de comer con su hija mayor. Solo tenía en la cuenta 4 mil bolívares, el miedo la invadió.
Con 50 años y el cansancio que ya hacía estragos luego de 5 noches sin dormir tras el apagón general que dejó sin energía eléctrica a todo el país por más de 90 horas, Dayana sabía que tan sólo era el comienzo de una ola de saqueos, sin embargo, formar parte de las filas de lo que consideraba un delito no estaba en sus planes.
Era profesora, sin embargo sabía muy poco de lo que sucedía en el país, su batería se había agotado la madrugada del viernes dejándola sin información, pero por las calles corrían los rumores, 'Ayer (domingo 10 de marzo) saquearon el centro', 'A la Curva de Molina le dieron durísimo', recordó.
Decidió caminar rápido. ¡Camina, camina! le dijo a su hija quien insistía en ir, ella estaba segura que el dinero en la cuenta, aunque encontraran un sitio abierto para comprar, probablemente no alcanzaría para nada, pero la situación las aterraba. En el camino vieron gente de vuelta cargando en sus hombros licores, comida, refrescos. La duda se disipó, era una licorería la que estaba siendo devastada por una turba probablemente en su misma situación.
Las dos desviaron su ruta hasta un sector cercano en busca de algo de pan, era lo más "barato" y a la vez lo único que sería fácil de preparar. En su casa el servicio de gas por tubería era tan solo un recuerdo. Por muchos años cocinó con bombona pero el alto costo la convertía ya en un lujo que no podía costear. Tenía una cocina eléctrica que "salvaba la patria cuando había luz", pero llevaba cuatro días cocinando a leña. Ya no había madera que cortar, hasta unas viejas puertas habían sido destruidas para habilitar el fogón, ramitas secas, una silla descompuesta, todo había pasado ya por el fuego. El gasoil con el que se ayudaba para avivar las llamas se había acabado.
Tenía que conseguir pan y apresuró su paso encomendada a Dios, su hija pequeña esperaba en casa aún sin desayunar. Negocio tras negocio camino, muchos cerrados, otros sin mercancía, en algunos aceptaban solo efectivo o dólares, hasta que vio una larga cola en una panadería, se lleno de aliento. En el pequeño lugar no había pan, la harina no había llegado y la pequeña planta no daría abasto para las máquinas amasadoras. Arroz, huevos, azúcar, café, galletas y refrescos era lo más solicitado.
Con la tensión baja tuvo que ausentarse varias veces de la fila, ella y su hija se turnaban bajo el inclemente sol hasta que llegó su turno, luego de varias horas de angustia, al fin logró comprar un kilo de arroz en 3800, su hija tenía 1500 bolívares en otra tarjeta y compró 3 huevos, no alcanzó para más, pero una sonrisa se dibujó en su rostro. Aliviadas al menos por un día retornaron a casa.
Pasado el mediodía empezaba de nuevo el calvario de prender la leña, salió al frente y pidió un encendedor, pero no hubo necesidad una vecina con bombona ofreció su cocina. Justo al terminar de almorzar unos gritos se volvieron a escuchar ¡Corran corran, es NASA, están saqueado NASA! de nuevo el deseo de obtener quizás un refresco o unas galletas la invadió, pero decidió salir a buscar agua en un sector cercano, y es que en su hogar el agua contaba más de 3 meses sin aparecer.
 Sin embargo, la luz también había afectado el bombeo y ni una gota del vital líquido salía de ninguna zona aledaña. Una turba de gente oscureció el paisaje, no era el supermercado NASA el afectado, era un negocio cercano, sillas, papelería, aires acondicionados, cartulinas todo lo que era posible extraer iba en mano de propios y curiosos.
¡Allá viene la guardia, allá viene! ¡No hay vida ya! ¡Regrésense, regrésense! gritaban mientras corrían. Dayana también corrió, incluso más rápido que muchos presentes en el saqueo quienes iban con sus manos llenas tranquilos a plena luz del día. "Mientras corría escuchaba personas decir de aquí para NASA, sin embargo, no lo creí posible, pensé estaría fuertemente custodiada, así que regresé a casa.
Sedienta de tanto caminar y sin nada de agua filtrada para beber, decidió hacer lo que muchos vecinos, sacó la poca agua que quedaba depositada en el tanque, en el fondo había larvas, tierra e incluso “pelitos”, contó. “No pude hacer más, cerré mis ojos y la bebí, sentí que había llegado al límite de la miseria, ¿qué más tendríamos que aguantar?, pensé”.
Mientras tanto el ruido de un sobrevuelo realizado por el helicóptero el «parroquiano» alertaba a zonas aledañas que la situación se estaba saliendo de control. Días anteriores cuando los saqueos eran sólo un rumor Dayana había escuchado que "Adentro de NASA habían policías esperando que entraran para disparar a la multitud”, pero eso jamás pasó, las fuerzas policiales desde afuera trataron de ahuyentar a la multitud sin hacer daño, pero poco podían hacer, eran demasiados.
"Vi gente pasar con carritos llenos de comida, otros con bolsos repletos, algunos nerviosos solo agarraban del suelo lo que iba cayendo en medio de la confusión y la rápida huida. La familia se encontraba reunida en el frente y entre cuento y cuento se escuchaba a lo lejos, "gracias a dios ya tengo comida por unos días" "con estos pollitos aguantamos una semana más", un nudo en la garganta se le hacía a Dayana, quien no sabía que iba a comer al día siguiente.
Los relatos corrían por las calles del sector, se sabía que personas heridas en las estampidas a los comercios o desmayadas, eran ayudadas a salir, otras no corrían con tanta suerte y eran pisoteadas por personas que se abrían camino a su paso, pero esto no generaba miedo en la población.
Ya entrado el martes 12 de marzo, apenas podía levantarse de la cama, pero debía salir, iba a arriesgarse con otra tarjeta, “a lo mejor me cayó un bono pensé” pero sitios cerrados, saqueados, o ya con la mayor parte de la mercancía vendida lo hizo un viacrucis, precios en dólares, o aún más elevados, hicieron regresar a Dayana con las manos vacías y es que una falsa noticia recorría las calles, “Maduro ya aumentó”, pero sin poder refutar esta información, muchos repetían a su paso lo mismo. Otros tan solo lo atribuían a la situación del momento.
Ya en casa, a lo lejos escuchó, ¡Makro, makro, dios mío! ¡Ahora es Makro!. 'Vamos, mucha gente corre y deja caer sus productos esperemos en alguna zona cercana', dijo, camino por unos 20 minutos hasta al sitio, una turba corría con lo que a su paso logró extraer, 'Vi bombas lacrimógenas y sentí mucho miedo' en medio del ruido de disparos la turba corrió y ella también, los 30 minutos caminando se convirtieron en 20 minutos corriendo.
De regresó cruzó por una cañada y algo llamó su atención, unas cajas de televisores y aires acondicionados estaban escondidos en el monte, se acercó a ver si solo eran cajas y una voz salió de la nada "¡Cuidado, cuidado, eso es mío!".  "Los estaban enfriando" dijo Dayana, esperaban que la policía se fuera para sacarlos de allí.
Regreso a su casa aún más exhausta, huyendo de un saqueo donde ni siquiera participó. Sus pies estaban rotos, los zapatos no eran adecuados para aguantar el trajín, bebió agua de nuevo, tratando que solo fueran sorbos, para mantenerse un poco hidratada, tenía que prender la leña, un arroz con repollo sería el sustento del día, pero de nuevo la vecina se ofreció, ¡Cocínalo en mi casa,  sin pena, estamos para ayudar! le dijo".
El día transcurrió y entrada la noche la luz comenzó a llegar poco a poco a la entidad zuliana y al resto del país, algunos estados ya contaban con suministro de energía en algunas zonas, otras eran restituidas de manera progresiva, sin embargo, para Dayana el martirio seguía, su nevera y aire acondicionado tenían meses dañados de tantos bajones, el calor seguiría pero al menos un ventilador haría la diferencia, el agua también estaría caliente pero limpia, y en cuanto a la comida, “bueno, no había dinero para seguir comprando, había que esperar la quincena o algún bono, pero al menos ya no vamos a cocinar con leña”, dijo.

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