Aunque un paro es esencialmente un acto de fuerza, un atentado contra el funcionamiento de una sociedad y del Estado, hay algo que puede legitimarlo y es la participación conciente y activa de todo un pueblo. Por "todo un pueblo" debe entenderse la aplastante mayoría de los habitantes, o al menos en una proporción suficientemente alta, como para merecer el titular noticioso "El pueblo se paró contra el gobierno". Cuando ese pueblo, depositario de la fuerza de trabajo que pone a andar la maquinaria de los países, se paraliza, el Estado y las empresas pierden enormes cantidades de dinero, los gobiernos se tambalean y los actores políticos convocantes pueden proclamar que se anotaron una victoria. Salvo la pérdida de recursos nada de lo anterior está sucediendo en Venezuela: ni el pueblo anda en clave de paro cívico, ni el gobierno se ha debilitado ni el fascismo ha avanzado un milímetro en su plan de asaltar el poder.
Hoy, 26 de julio, la convocatoria a paro/huelga (ni siquiera se ponen de acuerdo en la medida de presión que decidieron aplicar) se percibe como otro fracaso, por razones que no hay que explicar mucho sino salir a la calle a verificarlo: un país que se supone "parado" tiene a sus habitantes entregados a sus labores habituales o haciendo esfuerzos para realizarlas. Se notan con menos tránsito que de costumbre las calles, pero tomen en cuenta el momento en que han decidido convocar a paro/huelga: el inicio de la temporada de vacaciones. Todos los años por esta época salen de circulación millones de personas debido al fin de las clases. Que no venga la dirigencia del fascismo a llenarse la boca diciendo que el país anda a media máquina debido a su poder de convocatoria.
Es verdad que una importante cantidad de personas se ha visto en la necesidad de quedarse en sus casas a causa de la paralización del transporte (pudieron haberlo anunciado así: paro de transporte) o como medida de seguridad debido a las amenazas directas de agresión, destrucción de bienes y asesinato de personas. En estos casos, como el paro no es voluntario sino forzado, no se trata de una protesta ciudadana sino de una coacción o secuestro. La ciudadanía obligada a pararse, por la necesidad que tienen unos grupos de ejercer un control masivo y violento sobre la voluntad de las personas.
Los paros triunfan y tienen repercusiones sólidas y perdurables cuando los pueblos se unen a él activa o al menos voluntariamente. El paro de hoy no es obra de un pueblo sino de una facción necesitada de videos y tuits que les sirvan de informe de actividades ("Mire, amo, lo que hemos hecho hoy"). Aunque el fascismo logre uno de los efectos deseados, que es interferir en la vida cotidiana de la gente en sociedad, ya la erosión de su piso social comenzó a prender los bombillos de alarma: tal como en diciembre 2002-enero 2003, el opositor de a pie va entendiendo que sacrificarse por un clan que se declara radicalísimo en las redes mientras negocia con el gobierno a la sombra, es una pérdida de tiempo, energía, recursos, credibilidad y fuerza emocional. Lo sucio y perverso de esto es lo que han anunciado que intentarán para tratar de mantener una llama a base de sangre: el desplazamiento loco y con vocación criminal al centro del poder en Caracas. En los alrededores de Miraflores habrá pueblo esperando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario