domingo, 6 de agosto de 2017

Crónica: Andrés Eloy Blanco, poeta y político de su tierra y de su tiempo


El cumanés decía que el pueblo se movía al ritmo de la emoción y el humor


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“(…) la constitución de un país debe ser como la cara, como el semblante de su pueblo.
El hombre va cambiando y su semblante va cambiando también.
Las naciones, al impulso del progreso, también van cambiando; pero mientras los hombres se van poniendo viejos, las patrias se van poniendo jóvenes.
La constitución la va haciendo el pueblo. La patria es un taller.
El pueblo es el alfarero y el carpintero: él hace la constitución, él va haciendo la múcura a la medida de su agua, él va llenándola de agua a la medida de su sed.
Es carpintero el pueblo. Cuando la patria está naciendo, le hace cuna;
cuando la patria ha crecido, le hace cama. Pero hasta aquí llega la semejanza;
el organismo llega a cierto punto; los pueblos siguen cambiando (…)”.
Auténtico
La realidad de nuestra tierra y de sus gentes florecía en sus versos y cantos. Para Andrés Eloy, “el pueblo era la esencia de sus creaciones”, y en su opinión, el poeta debía servir para cantar y contar a su pueblo, según él, “estar siempre en actitud descubridora, en actitud “colombista”, para expresar a América”. Luis Beltrán Prieto Figueroa, quien fue su gran amigo, destacó que tal visión correspondió a su necesidad de que la creación poética fuese expresión de “la autenticidad de América y de lo americano”. Para Luis Beltrán, el cumanés fue “el cantor más auténtico, el verdadero poeta de Venezuela” y también, “uno de los mejores cantores de nuestra América (…) Su voz es auténticamente suya, intransferible en la emoción y en la forma, y expresando lo que hay de más puro y más original en nuestras patrias (…)”.
Por su parte, Mariano Picón Salas afirmó que Andrés Eloy “escribió y popularizó el romance antes de García Lorca; escribió poesía negroide o mulata antes de Nicolás Guillén; que fue vanguardista y protestatario en su Barco de Piedra y surrealista en Baedeker 2000”. De modo que el poeta cumanés fue un gran creador, y fundamentalmente un iniciador”.
En opinión de Eduardo Casanovas, “Andrés Eloy asumió el papel histórico de integrador de la nacionalidad venezolana y lo hizo con el instrumento que mejor dominaba: la palabra, la poesía”, en tanto, su creación expresó desde sus primeros momentos su amor por los Libertadores.
Andrés Eloy decía que “el pueblo venezolano se mueve al ritmo de dos motores esenciales: la emoción y el humor (…) Y un pueblo que sepa juntar esas dos formas de expresión con tan absoluta espontaneidad será siempre un gran pueblo”. Para Nicolás Guillén fue un “poeta de su tierra y de su tiempo”, que sabe siempre donde está la nota, el acento, el tono que el pueblo ama y se lo ofrece como una rosa de espuma”
En tierra del Mariscal Sucre
Andrés Eloy Blanco nació en Cumaná el 6 de agosto de 1896, pero su familia se trasladó a la isla de Margarita, debido a que su padre, el médico pediatra Luis Felipe Blanco, fue llevado a la cárcel y posteriormente confinado en la Isla en 1903, por apoyar las actividades revolucionarias de su amigo el general Nicolás Rolando Monteverdi contra Cipriano Castro. Desde muy jovencito empezó a escribir y ya a los 15 años publicó sus primeros poemas, y se incorporó a las luchas estudiantiles contra la dictadura gomecista.
En 1918 ganó en los II Juegos Florales de Venezuela con Canto a la Espiga y al Arado. Tres años después obtuvo el primer premio en los Juegos Florales de Santander, España, con su poema Canto a España. En opinión de Fernando Paz Castillo, este poema “determina en la historia de la poesía venezolana, a la par que una fecha literaria, la llegada a la madurez de uno de los espíritus poéticos más vigorosos que ha tenido el país”. Vale mencionar que este fue el primer reconocimiento internacional otorgado a un joven poeta venezolano y, que a su vez, dicho concurso era patrocinado por la Asociación de Prensa de Santander que tuvo como jurado a la Academia Española de la Lengua y otorgó 25 mil pesetas como premio. El reconocimiento incluyó la oportunidad de viajar a España y allí conoció entre otros destacados intelectuales, a Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y a Concha Espina.
Además de España, viajó a Cuba donde fue recibido por un ambiente político e intelectual muy enriquecedor. De hecho, según Domingo Miliani, ambos recorridos influyeron en “(…) la transformación espiritual e ideológica” del poeta. En su opinión, tras dichos viajes, hubo “un cambio en su conciencia política y sensibilidad social”.
De vuelta a la Patria
Se incorporó al movimiento universitario que luchó contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, conocido como la Generación del 28. Clandestinamente desde el periódico disidente El imparcial, disparó críticas contra Gómez, y fue llevado primero a la cárcel La Rotunda y luego al castillo Libertador de Puerto Cabello. Durante su presidio, con pesados grilletes en sus tobillos, escribió Baedeker 2000, Barco de Piedra, Malvina recobrada y La Juanbimbada. Destacan también sus glosas populares como Palabreo de la loca Luz Caraballo, Palabreo de la recluta y su Soneto de la rima pobre. Tras seis años de presidio en terribles condiciones, su salud se quebrantó, y fue liberado, pero confinado a Valera, donde prosiguió su labor poética, publicando entre otros, Poda y La aeroplana clueca.
En la política
Cuando murió Gómez, el país exigió libertades. Aquellos grilletes que usaron los presos de Gómez en el castillo de Puerto Cabello fueron arrojados al mar, y mientras se hundían, Andrés Eloy Blanco recitó: Hemos echado al mar los grillos de los pies. Ahora vayamos a las escuelas a quitarle a nuestro pueblo los grillos de la cabeza, porque la ignorancia es el camino de la tiranía. Hemos echado al mar los grillos. Y maldito el hombre que intente fabricarlos de nuevo y poner una argolla en la carne de un hijo de Venezuela.
Participó en la creación del Partido Democrático Nacional (PND), a través del cual fue electo concejal y pasó al Congreso Nacional como diputado de oposición. A su vez, fue cofundador del partido Acción Democrática y su vicepresidente. Junto a Miguel Otero Silva, fundó el periódico humorístico El Morrocoy Azul donde colaboró hasta 1944, y fue parte del equipo que acompañó a Rómulo Gallegos en su candidatura a la presidencia.
La Asamblea Constituyente del 47
En 1947 presidió la Asamblea Nacional Constituyente que aprobó, según señaló el propio Fernando Soto Rojas, “la constitución más democrática que tuvo Venezuela hasta entonces”. Destacó Soto Rojas, que dicha Carta Magna, “reconoció el voto universal directo y secreto para todos los venezolanos mayores de edad y se aprobó el derecho al voto para las mujeres. Con esa Constitución se rompió con todas esas cláusulas censitarias que venían desde la Constitución de 1811 hasta esa época”. Agregó que Blanco “jugó un papel realmente importante pronunciando discursos extraordinarios en la Constituyente, y también con su verbo, su ironía y su poesía, que llenaron de amor patrio a los jóvenes de aquella época”.
Igualmente, el historiador Pedro Calzadilla destacó que, desde la Asamblea, logró que en la introducción de la Constitución estuviera Bolívar como referente común del pueblo venezolano. En su opinión, “Eso quedó como una marca de nuestra vida política”. Afirmó Calzadilla que el poeta “fue un bolivariano” que se negó a reproducir “el culto oficial” al prócer, sino más bien el “culto popular” al Libertador. Incluso, fue quien realizó la primera revisión de los restos mortales de Bolívar, y expresó que el prócer debía descansar en un lugar digno.
Exilio y partida física
Cuando Gallegos resultó electo presidente de la República, Andrés Eloy fue designado ministro de Relaciones Exteriores, hasta que el gobierno fue derrocado por la junta militar encabezada por Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera.
El poeta se exilió con su familia en México durante la dictadura perezjimenista, y el 21 de mayo de 1955, al salir de un homenaje póstumo a Alberto Carnevalli, murió arrollado. Sus restos llegaron a Caracas el 6 de junio, y fue sepultado en medio de estrictas medidas de seguridad. En 1981, sus restos fueron trasladados al Panteón Nacional.
Lorena Almarza

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