Yesibeth Rincón
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El 53,93% de abstención registrado el pasado domingo 20 de mayo en las elecciones presidenciales deja al desnudo la desconfianza que sobre el árbitro tienen los venezolanos, entre otras lecturas que se le pudieran dar al resultado.
Resultó común escuchar en la calle voces como “está todo arreglado”, o “no creo en el conteo de esas máquinas”, dudas sembradas por sectores opositores que, incluso, llamaron abiertamente a no votar.
A eso se le añade el resultado de la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, el 30 de julio de 2017, la cual parece haber marcado un antes y un después en la credibilidad del organismo, pues nunca desde el interior del propio árbitro se había cuestionado un resultado. La empresa Smartmatic, que venía trabajando con el CNE desde 2004 en el soporte técnico, aseguró que no podía garantizar esos resultados y que existiría al menos una diferencia de un millón de votos entre lo que arrojaron las máquinas y lo que se anunció.
Desde entonces las dudas se acrecentaron, aunque igualmente la oposición decidió participar en las regionales de octubre y otro sector se inscribió en diciembre para las municipales.
Enrique Márquez, dirigente de UNT y diputado de la AN, mencionaba que no culpaba a quienes no quisieran votar debido a que “ha sido una historia muy larga donde ha habido demasiados agravios en contra del voto y del votante”.
Pero los “agravios” a los que se refiere Márquez no tienen que ver con el sistema técnico electoral propiamente, sino con el ventajismo, y esta es precisamente la denuncia que ahora hace el excandidato presidencial Henri Falcón, pues a su juicio el CNE violó el acuerdo de garantías electorales y permitió toda clase de vicios para coaccionar el voto. La oposición sabe que para blindar el sistema debe tener testigos en todas las mesas y en esto también falló el comando de Falcón.
La denuncia que hizo Smartmatic en 2017 es la primera en la que se cuestiona el sistema técnico, en una elección donde solo participó el chavismo y, por lo tanto, no había un segundo participante que velara por las garantías.
Para el rector jubilado del CNE, Humberto Castillo, “no hay duda de que el sistema electoral está blindado”, sin embargo, las sombras sobre él comenzaron desde el año 2004 con la llegada de la automatización que vino a “romper con los vicios anteriores de forjar actas, de cuadrar votos para determinado candidato (...)”.
Con el pasar de los años se fue perfeccionando hasta volverse 100% automatizado, y para las presidenciales de 2012 se estrenó el Sistema de Autenticación Integrado, la actual máquina que incluye el sistema biométrico integrado.
Una intensa campaña de información tuvo que hacer el CNE para que los venezolanos confiaran en el lector de huellas y se entendiera que el mismo no revela la identidad de la persona que está votando, al igual se hizo un esfuerzo por recopilar las huellas dactilares de la mayoría de los venezolanos, esto para garantizar el principio “un elector, un voto”, según explicó en su momento el propio ente. A esto se le añaden más de 15 auditorías en todas las etapas del proceso, en las que están presentes todas las organizaciones políticas.
Una intensa campaña de información tuvo que hacer el CNE para que los venezolanos confiaran en el lector de huellas y se entendiera que el mismo no revela la identidad de la persona que está votando, al igual se hizo un esfuerzo por recopilar las huellas dactilares de la mayoría de los venezolanos, esto para garantizar el principio “un elector, un voto”, según explicó en su momento el propio ente. A esto se le añaden más de 15 auditorías en todas las etapas del proceso, en las que están presentes todas las organizaciones políticas.
En opinión de Roberto Abdul, presidente de la ONG electoral Súmate, la desconfianza hacia el órgano ha tenido sus altas y bajas en Venezuela.
“Ha habido momentos en que el nivel de confianza es más bajo que en otros, es decir, mucha más gente que desconfía. En 2003 y 2004 cuando el referendo revocatorio, más opositores desconfiaban, después en 2005 se descubrió que la máquina guardaba la secuencia del voto, pero luego lograron hacer cambios y con la participación fue subiendo la confianza. En 2013 también hubo una baja importante pero apuntalado por la oposición. Después los niveles fueron subiendo pero desde la Constituyente para acá ha sufrido un deterioro importante. El tema de la opinión no es solo lo que opinas de algo sino cuán convencido o persuadido estás, lo que hace que tengas un mayor nivel de arraigo sobre esa opinión y es más difícil que la cambies”, argumentó Abdul.
En una encuesta realizada por la firma Delphos para el Centro de Estudios Políticos de la Ucab, del 9 al 23 de abril pasado, se le preguntó a 1.200 personas sobre cuánta confianza tienen en el CNE, solo el 14% señaló tener “mucha confianza” y 10% “algo de confianza”. Por el contrario, 60% de los venezolanos dijeron tener “nada de confianza”, mientras que 13% dijo que poca.
Esta incredulidad viene alimentada en buena parte por la oposición. El politólogo Leoncio Pinto, profesor jubilado de LUZ, mencionó que ésta cometió un “error trágico” y fue haber “inoculado la idea de que el CNE no era confiable, pierden las elecciones y dicen que es por fraude, pero ese fraude nunca se demostró. Fueron inoculando lentamente una desconfianza enfermiza”.
El exrector Castillo advierte que “no hay garantías que no se le hayan satisfecho a la oposición, pero cuando ganan el sistema es bueno, cuando pierden es fraudulento y de dudosa seguridad. No ha habido ningún organismo que compruebe el fraude, los cuestionamientos son políticos”.
Otro factor que la alimenta es la composición del CNE, cinco rectores cuyas inclinaciones políticas son bien conocidas: cuatro rectoras progobierno y un rector que viene de Acción Democrática. Inclusive, las rectoras Socorro Hernández y Tania D’ Amelio fueron cuestionadas en 2009 por haber sido designadas por la AN (totalmente roja para entonces) y haber militado en el Psuv.
Este fue uno de los puntos que se discutió en el infructuoso diálogo de 2017 y 2018 en República Dominicana. Allí se planteó que dos rectores fueran escogidos por el Gobierno y dos por la oposición, y que el quinto fuera de mutuo acuerdo y recayera en una persona sin posición política alguna, pero el diálogo se trancó. Ahora, recuperar la confianza tal vez sea cada vez más difícil cuando el sector que desconfía se ha radicalizado. Tal vez la única salida sea nombrar a nuevos rectores.
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